sábado, 21 de mayo de 2016

Claudio Magris y el grafitero Kyselak

Dürnstein es un pueblo de cuento con un ruinoso castillo medieval en el que estuvo prisionero Ricardo Corazón de León. situado a pocos kilómetros de Krems an der Donau. Esta pequeña localidad con la que nos encontraremos en la sexta etapa de nuestra aventura cicloturística también fue elegida por Josef Kyselak para dejar constancia de su paso por esta región de Wachau. El curioso personaje, que está siendo muy alabado en la actualidad, se considera el precursor del graffiti moderno. Josef Kyselak suele aparecer en internet como el primer grafitero que ha habido en el mundo. Nació en 1799 en el seno de una acomodada familia austrohúngara y murió de cólera muy joven. Dedicó buena parte de su tiempo a dejar huellas escritas con su nombre por numerosos rincones del imperio.

Según parece, en un momento determinado Kyselak, funcionario del registro en la cámara de la corte de Viena y escalador experimentado, apostó con sus amigos que en tres años sería conocido en todo el imperio. Y ahí comenzó una actividad frenética para dejar su nombre inscrito en cuantos lugares llamativos encontraba en su camino, castillos, acantilados, iglesias, piedras y puentes. Todavía hoy se conservan 16 inscripciones con su nombre en los lugares más variados. En poco más de un año había ganado la apuesta pero no por ello dejó aparcada su actividad grafitera.

Cuentan que cuando tenía 26 años, fue llamado por el emperador Francisco I a palacio para dar cuenta de su actos y que, tras abandonar el despacho después de la amonestación, el káiser se percató de que, bajo la hoja que había firmado, Kyselak se las había ingeniado para dejar también allí huella de su paso, rotulando su nombre en la mesa de trabajo del emperador sin que éste se hubiera percatado.

Claudio Magris no comparte admiración con los relatores de las hazañas de Kyselak y en "El Danubio" critica abiertamente su ambición de eternidad: “kyselak también escribió, en 1829, dos volúmenes de apuntes de viaje, que valen mucho menos que sus autógrafos. En barco, sobre el Danubio, el funcionario del registro se queja de la trivialidad de los pasajeros, mozos, criadas, vendedores ambulantes, barqueros. Demuestra poseer la vulgaridad de esos turistas que desearían lugares incontaminados y creen que sólo los demás los contaminan. Kyselak se considera que es el único con sentimientos nobles, capaz de apreciar lo auténtico. Los demás son semihombres, masa estúpida y fea, de la que él no sospecha que forma parte”

No le gusta nada a Claudio Magris la altanería que demuestra el vienés y ese posicionamiento de Kyselak por encima del bien y del mal: "Kyselak es uno de esos menospreciadores de masas, numerosos también hoy, que, apretujados entre sí en el autobús atestado o en la autopista atascada, se consideran, cada uno de ellos, habitantes de sublimes soledades o de salones refinados y desprecian, cada uno de ellos, al vecino [...] o bien le guiñan el ojo, para darle a entender que, en aquella multitud, sólo ellos dos son almas elegidas e inteligentes, obligadas a compartir el espacio con el rebaño. Esta suficiencia de jefe de oficina, que proclama "Usted no sabe quién soy yo", es lo contrario de la auténtica autonomía de juicio, de ese orgullo que hay en Don Quijote cuando, desarzonado, murmura "Sé quién soy" [I, 5] y que nunca va acompañado por el fácil e indiferenciado desprecio por el prójimo.
       
La estandarizada altanería con respecto a la masa es un comportamiento típicamente masificado. Quien habla de la estupidez general tiene que saber que no es inmune a ella, porque hasta Homero desciende del Olimpo de vez en cuando; debe asumirla en sí mismo como riesgo y destino común de los hombres, consciente de ser algunas veces más inteligente y otras más tonto que su vecino de casa o del tranvía, porque el viento sopla hacia donde quiere y nadie puede estar nunca seguro de que [...] no le abandone el viento del espíritu".

lunes, 25 de enero de 2016

Ahora, a Austria

Después del buen sabor de boca que nos dejó la experiencia del año pasado hemos decidido reemprender la ruta de turismo europeo bicicletero en el mismo punto en el que la interrumpimos el año pasado. Si el verano anterior hicimos el recorrido alemán desde Ulm hasta Passau, este año vamos a continuar descendiendo a orillas del Danubio por terreno austríaco, entre Passau y Viena.

La ruta del Danubio en bicicleta de Passau a Viena es una de las más interesantes y relajadas de Europa para recorrer en bicicleta. Un trazado cómodo y plano, un paisaje atractivo y una historia intensa son alicientes más que sobrados para lanzarse ilusionados a esta aventura viajera sobre dos ruedas.

Desde Passau, en la frontera con Alemania, hasta Viena son aproximadamente 325 kilómetros con un desnivel de 120 metros, es decir, se trata de un camino casi totalmente llano, siguiendo el curso del río en ligero descenso hacia el mar. Prácticamente todo el recorrido cuenta con carril bici independiente y asfaltado.

El recorrido es ideal para disfrutar sin prisas del paisaje y adecuado para ciclistas con cualquier clase de condición física. Además, a lo largo del recorrido hay multitud de puntos de información y diferentes talleres de reparación. Si fuese necesario o hubiese alguna dificultad siempre se puede hacer parte del trayecto en el ferrocarril que va recorriendo la ruta en paralelo al río, con paradas en casi todos los pueblos y transporte gratuito de bicicletas.

En todos estos pueblos del recorrido hay estación de tren: Passau, Pupping, Eferding, Linz, Enns, Perg, Baumgartenberg, Grein, Ybbs, Persenberg, Pöchlarm, Melk, Emmersdorf, Spitz, Weissenkirchen, Dürnstein, Krems, Tulln, Klosterneuburg y Viena.